EL CABILDO

Cuando Bruno Mauricio de Zabala instituyó el primer Cabildo, definió en el mismo acto que se utilizara como Casa Capitular del Ayuntamiento el inmueble que había pertenecido al difunto Pedro Gronardo, que no era otra cosa que una choza de adobe y techo de cuero, a la que se le hicieron algunos arreglos para que se pudiera sesionar en ella.

Cinco años más tarde su estado era tan lamentable que no valía la pena repararla, y los cabildantes pasaron a reunirse en sus domicilios particulares, mientras se construía un nuevo Ayuntamiento, obra que recién finalizó hacia fines de 1758, gracias a que los vecinos aportaron dinero, materiales y mano de obra.

Según escribiera el Padre Pérez Castellano en 1787, la ciudad contaba entonces con una Casa Capitular decente, con un gran balcón a la plaza, habitaciones para el Juzgado, el cuerpo de guardia, y cárcel y calabozos para hombres y mujeres.

Pero la cosa tampoco funcionó; en 1803 el edificio prácticamente se estaba viniendo abajo, por lo que se decidió demolerlo y encargar la construcción de otro en el mismo lugar al Arquitecto Tomás Toribio, que había llegado desde España para dirigir las obras de la Iglesia Matriz.

La primera planta estuvo terminada en 1807, y mientras se construía la segunda, Toribio perdió pie en un andamio y cayó al vacío, falleciendo inmediatamente a los 54 años. Las obras se detuvieron hasta que en 1832 se reanudaron bajo las órdenes de su hijo José Toribio, y recién se dejó de trabajar en ellas en 1870, dando por finalizado el actual edificio de casi 2.000 metros cuadrados en una planta simétrica con cuatro patios.

Fue en el Cabildo de Montevideo donde se juró la primera Constitución de la República, y mientras seguía funcionando como cárcel, albergó también a la Asamblea General hasta la construcción del Palacio Legislativo.

Se convirtió entonces en sede del Ministerio del Exterior, hasta que en la década de los 50 pasó a la órbita municipal y se instaló allí el Museo Histórico Cabildo, que nos permite no sólo conocer nuestra historia sino literalmente, caminar por ella.

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