LA RAMBLA SUR

Para los habitantes del antiguo Montevideo, la costa del Río de la Plata no era un sitio de interés. Entre rocas, pajonales, viviendas precarias y canteras, era más que nada una zona a evitar, sin ningún atractivo.

Sobre fines del siglo XIX, aquellos atrevidos que quisieran meterse en el agua podían hacerlo en los Baños de Aurquía, ubicados en el barrio sur original, bajo el murallón que defendía la zona de los embates de las tormentas.

La movida higienista de comienzos del siglo XX, que fomentaba los baños y el contacto con el aire, hizo que los habitantes comenzaran a acercarse a la costa, tanto a las playas de Santa Ana, donde ahora desembocaría la calle Vázquez, la de Patricio, entre las calles Magallanes y Gaboto, y el por entonces lejano balneario de playa Ramírez.

La destrucción causada por el temporal de julio de 1923 sirvió como detonante para impulsar la construcción de una rambla, que además, sería útil para demoler las decenas de prostíbulos que avergonzaban la zona del bajo, donde sólo en la calle Brecha, llegaban a ser 14.

Al decir de Víctor Soliño, la piqueta fatal del progreso que demolió el viejo murallón triste y sentimental, también eliminó playas, ganando más de 18 hectáreas al río, y llegó incluso a desmantelar el Templo Inglés, que se encontraba sobre el cubo del sur de espaldas al río, para levantarlo unos metros más al norte, y mirando hacia la costa.

Durante 12 años, miles de obreros rellenaron casi un millón y medio de metros cuadrados, vertieron 70 mil metros cúbicos de hormigón, y finalmente pavimentaron 180 mil metros cuadrados, sirviendo de trampolín a la rambla que hoy llega hasta el límite con el departamento de Canelones.

Desaparecieron calles enteras, casi mil casas fueron expropiadas y a un costo millonario aún en nuestros días, no sólo se cambió la geografía de la ciudad sino también su impronta.

La obra más osada, costosa y revolucionaria llevada a cabo en la historia de Montevideo, abrió las ventanas del frente de la ciudad, cambió la forma de vida, la movilidad y hasta los hábitos de la población, al punto que pocos concebimos la cotidianidad sin ir cada tanto a tomar unos mates a la rambla.

Mirá la nota completa y dejá tu opinión en los comentarios.