Tras instalar una batería de cañones y ordenar el levantamiento de un fuerte en 1724, dejando unos 100 soldados y mil indios tapes como mano de obra, Zabala se enfrentó al problema de poblar San Felipe de Montevideo, en una zona considerada por los españoles como tierra sin ningún provecho.

Desde Buenos Aires llegaron entonces los primeros 34 pobladores, casi todos emparentados entre sí, y en su mayoría menores de edad, siendo apenas 12 los mayores que no pasaban los 44 años. Entre los jefes de familia se encontraban Jorge Burgues, Juan Bautista Callo y Juan Antonio Artigas, que sería el abuelo de José Gervasio.

En este asentamiento conformado más que nada por niños, las primeras viviendas fueron de madera y cuero, siendo la única edificación de adobe y con puerta la levantada por Pedro Gronardo, que asociado con el francés Eugenio Eustache, alias Pistolete, abrió la primera pulpería del rancherío.

Corría abril de 1725, cuando el Rey Felipe V le otorgó a los futuros pobladores el título de hijosdalgo de solar conocido, les adjudicó solares en la ciudad, tierras, ganado, animales de trabajo y alimentos para los primeros 12 meses de subsistencia, con la condición de que permanecieran allí por al menos 5 años, si lograban sobrevivir al clima y las indiadas.

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