Designado Gobernador y Capitán General de las Provincias del Río de la Plata por el Rey Felipe V, desembarcó en Buenos Aires el 11 de junio de 1717 un tal Bruno Mauricio de Zabala, que con 34 años contaba con varias batallas sobre sus espaldas.

Había participado en la Guerra de Sucesión, siendo tomado prisionero en dos ocasiones, y perdido su brazo derecho en el Sitio de Lérida, por lo que llevaba una mano de plata, pero no en el brazo sino colgando de su cuello como una condecoración.

Entre las instrucciones que la Corona le encomendaba, se encontraba la de defender los territorios españoles de las amenazas portuguesas, francesas e inglesas, para lo cual debía fortificar el paraje de Montevideo.

Pero Zabala se dejó estar, aduciendo problemas económicos, militares y administrativos, por lo que debieron reiterarle las órdenes al año siguiente y más tarde, en 1720.

El 23 de noviembre de 1723, el práctico Pedro Gronardo guiaba un navío frente a lo que hoy son nuestras costas, cuando divisó un contingente portugués al mando de Manuel Freitas da Fonseca, que alegremente comenzaba a fijar un asentamiento en la zona.

Ni lerdo ni perezoso, Gronardo corrió a avisarle a Zabala, quien esta vez no tuvo más remedio que acatar las órdenes reales y preparar sus tropas para recuperar aquello que no era más que un campamento.

El 20 de enero de 1724 Zabala se embarcó dispuesto a sacar a los portugueses por la fuerza, pero estos se habían retirado el día anterior, sabiéndose en inferioridad de condiciones.

En el mismo reducto en el que los portugueses habían comenzado a levantar sus fortificaciones, en lo que hoy sería la intersección de las calles Cerrito e Ituzaingó, ordenó instalar una batería de cañones y dispuso que, en la actual Plaza Zabala, el Ingeniero Domingo Petrarca construyera un fuerte.

En honor al Rey de España, la batería recibió la denominación de San Felipe de Montevideo, y a cargo de ella quedaron 50 hombres de a caballo y 60 infantes, a los que luego se sumaría un millar de indios tapes de la Compañía de Jesús, como mano de obra.

Así comenzó el proceso de fundación de lo que mucho después sería la capital de la República Oriental del Uruguay.

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